Durante décadas, el cociente intelectual (CI) ha sido utilizado como una herramienta para medir ciertas capacidades cognitivas del ser humano, como la lógica, la comprensión verbal y la memoria de trabajo. Pero en tiempos recientes, surge una incómoda pregunta: ¿estamos perdiendo inteligencia como sociedad? La respuesta, aunque inquietante, parece ser afirmativa.
Una mirada al pasado: el efecto Flynn y su auge
Entre 1960 y 1990, el mundo fue testigo de un fenómeno conocido como el efecto Flynn, una tendencia ascendente del CI que se observó en muchos países industrializados. Durante este periodo, el CI promedio aumentó en aproximadamente tres puntos por década, algo que los expertos atribuyen a mejoras en nutrición, sanidad, educación y estimulación cognitiva.
Este fenómeno fue ampliamente estudiado por James R. Flynn, filósofo y politólogo, quien advirtió que este aumento no era eterno y dependía de condiciones sociales y culturales favorables (Scientific American).
El declive: ¿qué ocurrió a partir de 1990?
Desde la década de 1990, sin embargo, los estudios han comenzado a registrar una caída sostenida del CI en varios países desarrollados. Investigaciones como la publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences revelan un retroceso generalizado del CI, especialmente en países como Noruega, Dinamarca y Finlandia (PNAS).
Este cambio podría deberse a múltiples factores:
- Sobreexposición a pantallas y reducción del tiempo dedicado a actividades cognitivamente exigentes.
- Cambios en los sistemas educativos, más centrados en habilidades blandas y menos en el razonamiento lógico.
- Dietas ultraprocesadas que afectan el desarrollo cognitivo.
- Entornos urbanos contaminados que podrían interferir en el desarrollo neurológico.
¿Una excepción? El caso de Japón
Japón es uno de los pocos países donde el CI ha seguido aumentando o, al menos, se ha mantenido estable. ¿Cuál es su secreto? Un enfoque sistemático hacia la educación de calidad, el respeto cultural por el estudio y una alimentación basada en productos naturales y balanceados parecen ser claves en este resultado.
La inversión pública en educación y ciencia en Japón ha sido una política prioritaria, lo cual ha dado frutos a largo plazo (OECD Education Policy).
¿Estamos condenados a ser menos inteligentes?
No necesariamente. Reconocer el problema es el primer paso. A partir de ahí, pueden tomarse decisiones a nivel individual y colectivo:
- Reducir el consumo de contenido superficial.
- Fomentar el pensamiento crítico desde la infancia.
- Incentivar la lectura, el debate y el aprendizaje continuo.
- Invertir más en salud mental y educación pública.
- Alimentarse adecuadamente para favorecer el desarrollo cerebral.
¿Qué nos depara el futuro?
Si bien la tendencia actual es preocupante, también es reversible. Dependerá de nuestras decisiones sociales, políticas y personales cambiar esta curva descendente. La inteligencia no es estática ni exclusivamente genética: está profundamente influida por el entorno. Y eso, al menos, nos da esperanza.
Bibliografía y enlaces externos:
- Scientific American. Are We Smart Enough to Know How Smart We Are?
👉 https://www.scientificamerican.com/article/are-we-smart-enough-to-know-how-smart-we-are/ - PNAS. Flynn effect and its reversal are both environmentally caused
👉 https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.1718793115 - OECD. Education Policy in Japan
👉 https://www.oecd.org/education/ - World Health Organization. Improving nutrition to boost brain health
👉 https://www.who.int/news/item/03-06-2022-nutrition-and-brain-health
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